sábado, 30 de octubre de 2010

Esperando en el Gran Teatro

Escondida, bajo las sábanas, acotando cada ángulo de la habitación, no me atrevo a salir. Me doy cuenta de que todo está quieto, nada se mueve por si solo en esta habitación; y me pregunto si eso también se aplica a mí. No estoy segura, fui arrastrándome hasta hace poco, sin poder caminar, sin fuerzas para levantarme, pero llegó el día en que, con esfuerzo y un empujón, conseguí alzarme y empecé a disfrutar otra vez de la brisa del parque o el murmullo de las ardillas corriendo. A pesar de ello, hoy me haces dudar. Dudo por no saber lo que piensas, y lucho por conseguirlo. A veces dudas tú también, a lo mejor podemos dudar los dos juntos. No pretendo que lo entiendas, si es que algún día lo haces. Solo intento explicarte que me dibujas una sonrisa cada vez que esa vocecita me susurra en silencio a cualquier hora del día; que me encanta el hecho de que cuando estés inquieto se te ocurra venir a mí y contármelo; que, como una niña que espera con impaciencia sus dibujos preferidos, así espero yo las pequeñas conversaciones de cada día, en las que compartimos las rarezas del mundo, y nos contamos maravillas del futuro; que ese futuro es en el que lucho yo por hacerme un hueco, porque corro tan rápido como puedo para esperarte entre las páginas del siguiente capítulo, cuando cansado y sin fuerzas termines de leer este último; porque me encantaría ser algún día tu Mona Lisa, y porque te esperaré, sin cansarme, sentada en la butaca del Gran Teatro, a que un día pases por el escenario y decidas regalarme una rosa.


P.



imperfectamente perfecto


“Sigue recto, muy bien, despacito, un paso más, ya casi has llegado…¡cuidado! Que ahora tienes que bajar la escalera, así, uno y dos, bien, y la recta final…tu no te preocupes que yo te cojo fuerte, no vas a caerte, usa tus sentidos y confía en mí, todo irá bien.”
Puede que no tenga una explicación científica, pero muchas veces creo que el destino está escrito, que ya se sabe quién gana y quien pierde, que aunque algo se salga de su cauce, siempre acaba tarde o temprano volviendo a él. Por eso creo que las casualidades no existen, y tú tienes que ser algo más que un simple extra en el guión de mi función. A lo mejor podrías ayudarme a descubrirlo.
Puede que el artista crea que se puede valer por sí solo. Quizás sea verdad, quizás no; a lo mejor necesita un poco de compañía. Pero no te preocupes, yo estaré pendiente de traerte nuevas pinturas cada vez que estas se acaben, te limpiaré los pinceles con cuidado, y me encargaré de que tengas el estudio aseado cada vez que vengas a usarlo. Y a pesar de que nunca me verás por ahí, sabrás que he estado, pues con mucho cuidado me habré encargado de que todo esté perfecto para que cada vez que quieras, puedas pintarme un bonito paisaje de colores. Y mientras tanto seguiré soñando, como quién soñó con ser la musa de Picasso.
Para acabar, (y mira que odio los favores) te diré que me tendrás que hacer un favor. Es pequeñito pequeñito, pero podría cambiarte la vida. Solo quiero pedirte que cada vez que decidas mirarte al espejo no escojas el espejo de la Subjetividad. Sé que es difícil encontrar el de los Objetivos, no te lo niego. Yo llevo un tiempo buscándolo y tampoco lo he encontrado. Pero por ello te propongo una alternativa. Cada vez que te mires, quiero que te mires a través de mis ojos. Porque en ellos verás todo tu potencial, porque en ellos verás reflejado a la persona que de verdad deseas ser, porque en ellos se esconde la verdad que poca gente es capaz de descubrir, porque en ellos descubrirás que no hay nada más perfectamente imperfecto que Tú.

P.

viernes, 29 de octubre de 2010

Agua

Hoy me gusta el agua, me refresca los pies, me humedece la piel, me limpia las ideas. Hoy te gustará el agua, hoy sí, hoy te va a gustar. Te beberás un vaso de agua, y aquello a lo que llaman incoloro e insípido será hoy el desfile de colores más grande que jamás hayas visto, un despliegue de sabores de cocina de alto caché. Hoy será la mezcla culinaria perfecta, tendrá la alegría salada pero sin olvidar las dulces sonrisas; tendrá ese amargo horizonte lejano, pero disimulado por las agridulces esperanzas. No te preocupes que no tendrá nada agrio en sí, es que se me olvidó comprarlo. Eso sí, me he acordado por supuesto de ese toque picante que se que tanto te gusta. Hoy te invito a mi cocina, pasa y te enseño mi receta. Dicen que no existe la magia, bueno, entra y ya hablaremos. Yo soy capaz de hacer auténticos manjares con un simple liquido de, creo recordar, composición química H₂0. Yo soy capaz de elegir el color, el sabor, la textura que cada día tomará mi pequeño cubo de agua. Dicen que lo único que necesita alguien para sobrevivir es agua. Y sí, están en lo cierto. ¿Pero no se haría un poco aburrido beber todos los días la misma sustancia? Por eso, creo yo, que ya que nos la tenemos que beber, al menos vamos a adornarla. Pongámosle guirnaldas como los niños pequeños le ponen al árbol de navidad, pongámosle tiaras como las princesas le ponen a sus sapos, pongámosle un gran fuego en el medio para que la luz incandescente nos abrigue en las frías noches de invierno, pongámosle una bandera pirata para que pueda surcar los mares con ella, pongámosle un poquito de ilusión que de todo lo demás ya me encargo yo en mi cocina. Ven, pero date prisa, eh? No tardes mucho que te espero que con la puerta abierta y se me escapa La ilusión.


P.